lunes, 30 de abril de 2007

Pon diseño en tu vida para volar.

Una nueva fiesta local está próxima en el calendario. Por el pueblo están repartidos los carteles anuciándola. Se sigue la tónica de los diseños poco arriesgados, del sota, caballo y rey, del corta y pega. Si no se mira por la estética, para qué anunciar nada. Esto sirve de excusa para hablar de una exposición más que interesante, que se inagurará el próximo 4 de mayo en la tienda de muebles Dagmar en Nerja. En ella diseñadora gráfica Agnieszka Nowinska, Aga para los amigos del Sur de Europa, desplegará su obra como ilustradora, tras el éxito logrado en el II Festival de Arte de Nerja. Ya entonces pudimos comprobar su evolución estilística desde los ambientes inquietantes, las atmósferas opresivas y las máquinas voladoras (una referencia constante que se repite en gran parte de su opus) de su etapa en Polonia hasta la Luz, lo etéreo, la Espiritualidad, la búsqueda de transmitir felicidad a los espectadores a partir de su estancia en Nerja desde 2006.





Pero además Aga ha desarrollado una interesante labor como diseñadora. Becada en Valencia en la Facultad de Bellas Artes, ha elaborado flyers, carteles para la Mostra de Cine de Valencia, ha elaborado la imagen corporativa de distintas empresas locales, siempre manteniendo la impronta de su peculiar estilo, que combina a la perfección el trabajo artesanal (siente la artista gran pasión por todo lo relacionado con finales del siglo XIX) con las técnicas más actuales del diseño gráfico. Esos trabajos son los que véis en este blog. En el próximo número de Sé Lector podréis profundizar en su proceso de creación a través de una entrevista que me concedió.





Ricardo Sanz ha tenido la gentileza de reflejar sobre el papel lo que le ha sugerido el observar detenidamente su obra.



"Con Agnieszka la opción es dejarse arrastrar a esa atmósfera intemporal de los sueños, o quedarse fuera. Un riesgo seguir la mirada que desentraña; no nos gusta la inquietud y el desasosiego, pero a veces es necesario perder toda referencia y caminar como un ciego para poder ver. Arte es la exploración de la existencia. Para seguir a Aga en su adentramiento en el ser hay que despojarse de la seguridad del espectador y atreverse a seguir sus pasos entre mudos y deshabitados edificios que se elevan hasta hundir nuestra mirada en la tierra y a nosotros con ella. Contemplo en uno de los vericuetos a hombres sin cabeza de tanto emplearla en construir máquinas, veo volar peces transgénicos en una atmósfera congelada por vientos del norte o ballenas cósmicas que transportan mundos inexistentes, otras veces son máquinas imposibles las que sobrevuelan tierras abrasadas y me reconozco en la descarnada ausencia, en esa mirada vacía que no mira nada, asciendo por la espiral de un caracol hacia la intimidad del ser y me siento obligado a una profunda inmersión sin movimiento ante la anatomía de las emociones. Sólo la unión nos alimenta y el tiempo no son los mil pájaros que revolotean sino el que permanece quieto. Hay que sumergirse en el vuelo sin ceder al engaño de labios azules y mirada hueca y entrar en esa casa en la que no queremos entrar y recorrer estancias que no queremos reconocer con ojos mudos y rostro ciego. Y no importa que las palabras resulten incomprensibles, lo importante es la búsqueda, quizás otro lenguaje en el que las palabras vuelvan a ser alas. Podemos perder toda la vida tratando de explicarnos la vida o montar en globo y recorrerla dejándonos llevar por los vientos, por esos vientos que como los caracoles se arremolinan y nos elevan. Podemos respirar la atmósfera oscura de una calavera o volar en la flor alada y en una luz dorada. Porque en los caminos entrecruzados por los que Aga nos hace transitar, también me topo con besos en los que danzan las luces y las flores danzan, besos inquietantes porque nos pillan en pleno vuelo, y me topo con mariposas que se transforman en agua y bebo una erótica líquida destilada en el corazón de las jirafas. Y es que hay también en estos parajes de Aga una anatomía de la espiral del vuelo y un aroma a hierba y una atmósfera azul por la que se puede caminar sin miedo a la continua transformación porque hay algo, y no sé lo que es, que permanece inmóvil, quieto, como permanece quieto el aire en el centro de esos vientos que se arremolinan. Y es que, por más que lo pretenda, el pájaro del tiempo no puede picotear la mariposa de la vida, esa flor que nos mira. Y aunque a estas alturas es difícil saber con certeza qué es sueño y qué realidad, las obras de Agnieszka son toda una invitación a despertar".

Suscribo completamente lo que ha expresado mi tocayo. No os perdáis su exposición. Os sorprenderá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aga es maravillosa. Su obra inquieta, deslumbra, asombra, enamora. Es un gótico que no atemoriza. Es la decadencia de la burguesía acomodada. Es el triunfo de la voluntad. Es la metrópoli recién nacida. Es el hombre frente a la máquina. Es un deicidio reverente. A mí me tiene rendida a sus pies,abrumada ante tanto talento.

Anónimo dijo...

Lo que no me explico es que haya gente del talento de Aga en este pueblo y la inmensa mayoría de los carteles que vemos sean un cortapega horrendo elaborado sin seguir la más mínima condición estética y diseñados con menos imaginación de la que tiene un boniato(salvando los 100% Ortuño, que son otra cosa. No sé qué, pero otra cosa sí que son).