jueves, 28 de abril de 2011

En los libros todos amamos la épica.


Tres. Dos. Uno. Cada uno que reparta el bronce, la plata y el oro como guste. Yo lo tengo claro. Jenofonte y su retirada de los diez mil. Los trescientos espartanos de Leónidas y, redoble de tambores: los españoles que formaron La Nueve.

Si es usted un soldado de fortuna o, dicho en feo, un mercenario y recorre 4.000 km por el honor y la pasta y se encuentra con que: matan a su general, asesinan al resto de sus jefes cuando intentan firmar la paz, se ve rodeado de enemigos, recuerda que su casa está a 4.000 km y que esos km habría que hacerlos a patita evitando a un ejército deseoso de acabar con su vida, lo tiene usted francamente mal para volver al hogar. Usted y sus 9.999 compañeros. Este escenario claramente desalentador es el lugar idóneo para morirse o para que salga de dentro de usted a quien menos espera: un héroe con todas las de la ley del que se seguirá hablando 2400 años después de su paso por el mundo. Este es el Anábasis de Jenofonte. Según dicen, una hazaña solo empatada por 300 espartanos.

Disfrutar como una enana de 300, la película basada en el cómic de Frank Miller, me llevó a sacar de su huequecito y quitarle el polvo a un libro que esperaba pacientemente su turno desde hacía años: la Historiografía de Heródoto. Pasando páginas, buscando desesperada la epopeya que protagonizaron Leónidas y sus soldados. Que a luchar contra Jerjes fueron más, sí. Pero que al amanecer de ese último día, de ese día que no tendría noche para ellos, Leónidas le dijo a todo aquel que no hubiera echado los dientes en Esparta que podía ir tirando para su casa. Y todos se fueron. Aprovechando la coyuntura, dos espartanos tuvieron la idea de tirar para el pueblo. El recibimiento, dejémoslo ahí, no fue cariñoso. Y sí. Al parecer uno dijo que estaba encantado de que las flechas de los persas oscurecieran el sol porque así lucharían a la sombra. No se puede ser más chulo. O sí.




Cuando escucho las palabras 101 Aerotransportada me cuadro y me pongo firme. Pero me dicen la Nueve y me dan los siete vahídos. Ni el iniestazo del mundial ni nada. Si se me pone el vello de punta, si en algún momento me siento orgullosa, pero rezumando orgullo por haber nacido en este país es cuando leo algo sobre la 9ª división Blindada de la Francia Libre, conocida como división Leclerq o como La Nueve. El libro "La Nueve" espera turno en casa, pero sobre La Nueve habla también Robert Capa en esa deliciosa maravilla que es Ligeramente Desenfocado, obra biográfica que nos cuenta el paso de este enorme escritor (conocido popularmente por echar foticos en lugares en conficto) por la Segunda Guerra Mundial. Y estoy viendo la manera de hacerle llegar a Spielberg y a Tom Hanks la historia de esta gente para que lo peten y vuelvan a hacer una obra maestra que deje a mi Easy Company a la altura del principiante. Porque los soldados que formaron La Nueve llevaban pegando tiros desde el año 36. Y cuando perdieron su guerra y se les dio la opción campo de concentración-guerra mundial no se lo pensaron. Y tenían un general francés que se tiró toda la guerra con ellos, desde África a Europa. Y que cuando liberan París, quita a todo dios de delante para que en vanguardia vayan los que deben ir: un grupo de españoles sobre tanques con los nombres de Ebro, Teruel o Guadalajara.



Por Rita Sánchez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi niña guapa!!!! La Historiografía te la compraste por... Yo lo sé