Un suceso imprevisto
Estaba sentada con unos amigos tomando el aperitivo en la terraza del bar de la plaza, cuando, de repente, una señora que pasaba por allí cargada con sus bolsas de la compra, se cayó cuan larga era, apenas a unos metros de nosotros.
Enseguida todo fue barullo. Los paseantes, con el miedo dibujado en los rostros, formaron un corro alrededor de aquel cuerpo tendido en la vereda, sorprendidos de ser testigos de lo que parecía una muerte repentina.
Nosotros seguíamos el acontecimiento sin movernos de las sillas. Confundidos, empezamos a intercambiar acaloradas suposiciones sobre lo que estábamos viendo. El griterío que se armó fue atroz. Enseguida llegaron la policía y la ambulancia.
Se hizo un silencio total, cuando dos hombres vestidos de blanco y rojo, levantaron el cuerpo anónimo del suelo y se lo llevaron sobre la camilla, tapado el rostro.
La gente que se había detenido, se dispersó de prisa y el lugar se quedó desierto, sin rastro de lo sucedido.
Nosotros seguíamos mudos frente al aperitivo, conscientes de que la realidad había perdido a su verdadera protagonista, esperando que alguien retomara el hilo de la charla que nos devolviera a nuestra cotidianidad sin muertos.
Por Marisol Calvelo
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