Juego de luces
Esta mañana, al levantar la persiana de la ventana del dormitorio, noté que en la esquina donde está el kiosco, había cambiado algo. Me quedé mirando aquel objeto futurista claramente recortado sobre el paisaje borroso, como si de un intruso se tratara.
Se alzaba erecto y luminoso en aquella esquina solitaria, parpadeando un amarillo intermitente sobre el húmedo gris del asfalto. Parecía un faro que no lejos de la costa, iluminara el camino de los navegantes perdidos.
Mientras me preparaba para ir al trabajo, me asomaba de vez en cuando a la ventana, para constatar que seguía allí presente, jugueteando con sus luces a su antojo.
Hipnotizado, miraba los reflejos luminosos en los charcos de la acera, verde…, amarillo…, rojo…, asombrado de no encontrar el habitual gris neblinoso.
Verde…, salí de casa con las llaves del coche en la mano. Ahora estará amarillo, pensé, mientras bajaba las escaleras a grandes saltos. Y ahora..., estará rojo.
Subí al auto obsesionado, no fuera que en un descuido, desacostumbrado como estaba a su presencia, lo rozara con el guardabarros cuando doblara en la esquina. No quería hacerle daño al mago que había aparecido en mi esquina, para ponerle un poco de color al invierno.
Por Marisol Calvelo
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