domingo, 13 de noviembre de 2011

Mirando a las musarañas (44) - Modismos.

El idioma es como una esponja que todo lo absorbe. El pueblo llano en su lenguaje puede malformar la pronunciación de una palabra y utilizarla en sus conversaciones, asumiéndola como correcta. Los españoles con nuestra manera de ser, admitimos con gran facilidad, los anglicismos, galicismos, esnobismos y en un espacio más localista, los modismos. Todo el lenguaje y escritura que tenga relación con la música y las nuevas tecnologías está plagado de anglicismos, el galicismo se da más en la moda, el esnobismo en la gente llamada pija y el modismo en el pueblo llano.


En Málaga existen numerosos modismos que empleamos en nuestras conversaciones de manera tan natural, que si nuestro interlocutor es forastero no se entera de qué va la conversación, por muy aliquindoi que esté. No es patrimonio de los malagueños, en todas las provincias andaluzas se dan los modismos con mucha ventaja sobre el resto de España.



En el edificio de la Biblioteca Antequerana, en su primera planta había un gran espacio con mucha luz, que recibía de unos grandes ventanales que daban al exterior. En ella desarrolló en sus primeros años de pintor, todo su saber innato y autodidacta Cristobal Toral. También frecuentaba estas dependencias el insigne escultor malagueño Francisco Palma Burgos. Un verano visitó Antequera, después de su estancia por Italia. Se alojó en casa de su tío Juan Burgos, justo en frente a la Biblioteca. Venía acompañado de un joven italiano, pintor y escultor como él. En esa primera planta descrita con anterioridad, instalaron sus lienzos y durante su visita en Antequera, seguían con sus inquietudes pictóricas. Al joven Enzo, que así se llamaba el italiano, le olían los pies, olor que se acrecentaba por la estación en que se encontraban. Aquella tarde, Palma Burgos se adelantó en su regreso a casa de su tío al italiano. Al cabo de un buen rato llegó Enzo, con su gracejo malagueño, Palma le increpó ¡Enzo te has lavado los pinreles! a lo que éste contestó ¡Sí maestro, los he metido en aguarrás!

Aunque no sea un modismo, los pinceles los debía lavar a diario y los pinreles también.

Por Ricardo Bajo León.

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