domingo, 1 de abril de 2012

Mirando a las musarañas (63) - Otras manos.


La luz de esta tarde de primavera, la música y en la lejanía, el entusiasmo de cualquier aficionado al fútbol por el gol conseguido por su equipo favorito me hacen sentirme a gusto. Luz, música y alegría. Qué más puedo pedir. Quizás un aroma, un olor a masa frita, miel, matalahúva y unas manos, las de mi madre, echando esa masa con suma maestría y una pequeña contorsión de sus dedos desfigurados por la artritis, dándole figura. Estamos en Cuaresma y toca revivir la tradición. Hay que preparar una buena fuente de pestiños y torrijas para dar gusto a todos a los que aman ese dulce de masa crujiente endulzada con la miel y esa pizca de esencia y para los que les "enamora" una torrija bañada en miel o azúcar.




Desgraciadamente, sueño despierto. Esas manos ya no están para hacerme sentir niño con sus caricias ni para recrearme viendo la forma irregular de cada pestiño. No me falta, no, percibo el olor, oigo el crujir de la masa, sigue la tradición. Con otras manos, la de mi santa esposa,  continuadora de la tradición y fiel guarda de la centenaria receta. Se agolpan en mi mente olores, sabores y sonidos. Pero me faltan unas manos.


Por Ricardo Bajo León.  

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