jueves, 25 de octubre de 2012

En los libros todos amamos el horror gótico.


Si empezamos a leer una novela y vemos que se desarrolla en un castillo o monasterio (queda ideal si está abandonado o derruido, le chirrían todas las puertas, entra el viento por las ventanas rotas y la luna crea espectrales figuras en espejos llenos de polvo)...  Si en este lugar (un cementerio también nos vendría bien) se palpa el misterio y suspense de manera que nada más empezar ya estamos asustados... Si no dejan de ocurrir sucesos sobrenaturales o inexplicables y aparecen manuscritos ocultos a la par que cadáveres, espectros, muertos vivientes... Si los personajes (ninguno de ellos se podrá llamar Paco o Mari: los nombres deben ser de más de tres sílabas y los apellidos, compuestos) están totalmente desbocados, sujetos a un completo catálogo de pasiones desenfrenadas (accesos de pánico, depresiones, angustias, paranoias, celos, amor enfermizo...) Si, además, existe en este texto cierto toque de erotismo larvado con oscuros impulsos sentimentales... Si, ya rizando el rizo, nuestra protagonista es una joven en apuros que sufre desmayos, puede gritar como una endemoniada, se muestra incapaz de contener las lágrimas y entra en pánico con una facilidad pasmosa mientras que nuestro protagonista es un tirano que intenta forzar a nuestra heroína a cometer acción indigna o inadmisible (casamiento forzado, sacrificio de su castidad)... Si pasan todas estas cosas, no lo dude, está usted frente a la novela gótica ideal, aunque por supuesto, no es necesario que se den todas estas características para que podamos definir como gótica a una novela. Y ahora, con los días grises y el frío acechándonos, es una delicia total abstraerse del mundo dentro de una de estas historias.

"Hace algunos meses que visitando la célebre abadía de Fítero y ocupándome en revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus rincones dos o tres cuadernos de música bastante antiguos, cubiertos de polvo y hasta comenzados a roer por los ratones. Era un Miserere". Maravilloso. Así comienza El Miserere, uno de los cuentos más conocidos de Gustavo Adolfo Becquer quien, pese a que fundamentalmente fue un romántico, en algunas de sus Leyendas se zambulló en el gótico con una naturalidad pasmosa. Becquer nos habla aquí de la relación entre la pulsión creativa y la muerte. La necesidad del protagonista por componer un miserere aunque sepa que eso puede ser lo último que haga es más fuerte que él mismo. Sabe que esa pieza maldita está en su destino. Tal vez porque solo a través de la belleza y la inmolación nuestro protagonista sea capaz de purgar sus culpas y tal vez, solo tal vez, alcanzar la paz y el perdón para su alma.



Quizás las noches más creativas de la historia de la literatura fueran las comprendidas entre el 16 y el 19 de junio de 1816. En estas fechas se reunieron, entre otros,  en un caserón en Ginebra Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley, Mattew Lewis y John William Polidori. A esas noches del "verano en que no hubo verano" (pero en el que al parecer hubo puñaladas traperas de todos los tamaños) les debemos dos obras inmortales: Frankenstein, de Mary Shelley y El Vampiro, de Polidori.  El Vampiro inaugura el género del vampiro romántico, genero que tantito daño está haciendo, (pero cómo iba a saber  Polidori que casi 200 años después iba a venir una señora y reinventar un género cargándose sus códigos por toda la cara, reconociendo abiertamente no haberse leído ni el  Drácula de Bram Stocker. Ya de El Vampiro ni hablamos). Se dice que el mayor logro del diablo ha sido convencernos de su inexistencia. Pues algo así nos cuenta Polidori: su relato trata de exponer la fuerza que tiene el hecho de que la gente no crea en los vampiros. De ahí que su protagonista, Lord Ruthven, se aproveche de esta situación para cometer sus actos sanguinarios. Por supuesto, lord Ruthven cuenta con otra arma poderosa: su gran, inmensa, totémica capacidad de seducción. Porque para eso es un vampiro. 



En "El Horla" Guy de Maupassant nos envenena con la historia de un hombre de clase alta que, a raíz de un encuentro en el mar, enloquece al sentir la presencia invasiva de un doble maligno. Con la forma de un diario íntimo, El Horla se ha convertido en uno de los textos más celebrados del autor. Algunos críticos han creído reconocer en este relato una confesión autobiográfica, de acurdo con una tradición que presenta los relatos fantásticos de Maupassant como presagio o exorcismo del estado mórbido del escritor. Y es que Maupassant enfermó de sífilis en su juventud, lo que le provocó trastornos mentales que iban in crecendo hasta llevarle a la locura y de ahí al suicidio a la temprana edad de 43 años. Las alucinaciones, el desdoblamiento y la manía persecutoria serán temas que explota nuestro autor de manera recurrente. Maupassant escribió dos versiones de El Horla. La primera de ellas se publicó el 26 de octubre de 1886, y toma la forma de una carta del protagonista a su médico. La segunda versión se publicaría el el 9 de diciembre del mismo año, esta vez en forma de relato en tercera persona, contado por el médico que atiende al protagonista. Esta versión se publicó directamente en libro, y es la que se suele publicar más a menudo hoy en día. Desasosegante y dolorosa hasta decir basta, este relato no puede ser ficción.   



Por Rita Sánchez

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Genial entrada!
Mi fascinación por los relatos fantásticos de terror y misterio nacen casi a la par que mi devoción por la lectura. Es por esto por lo que, aunque me precie de leer todo tipo y variedad de literatura, es al género terrorífico y sus múltiples variantes y continuaciones(como el denominado "terror gótico" que tratas en tus líneas)a los que les tengo más cariño y devoción. ¡Qué de tardes enteras (y numerosas noches enteras también) rodeado de tantas desventuras fascinantes y perturbadoras!
De mis autores favoritos, cómo no, Edgar A. Poe (maestro de maestros), o a H.P. Lovecraft (creador del "horror cósmico"), por citar a dos de los más destacados porque la lista sería amplísima...
Decir también que, aunque el género se amolda a todo tipo de estilos y extensiones, pienso que es en el "relato" (o cuento, si se quiere) donde la narrativa de terror alcanza su esplendor, ya que es en la brevedad donde se condensan al máximo las angustiosas y tétricas ambientaciones con los hechos bizarros e intrigantes.
Junto con el fantástico y el de aventuras, es un género ideal con el que iniciarse en la lectura (por aquello del estímulo imaginativo), por lo que es muy recomendable tanto para jovenes y adolescentes como para adultos, por supuesto...
Me podría pasar horas hablando de esto porque es una de mis pasiones, pero tampoco quiero parecer demasiado pesado. ¡Muchas gracias por dedicarle este espacio!
;)

Rita dijo...

Muchas gracias a ti, Felipe, por tu comentario, por tu entusiasmo, por la pasión que destilan tus palabras. El género gótico, de terror, fantástico... creo que es el mejor para enganchar a la lectura. Porque a todos de pequeños nos ha dado miedo la oscuridad, hemos temblado pensando qué puede vivir debajo de la cama, dentro del armario, detrás del espejo. Y estos libros nos enfrentan a esos miedos, nos dicen que son reales y nos ayudan a convivir con ese lado oscuro que siempre vamos a encontrar en nuestra mente y en nuestra vida.