domingo, 18 de noviembre de 2012

Mirando a las musarañas (96) - El semáforo


Son muchas las cosas que bullen en mi mente para escribir esta semana el relato que aparecerá en este blog como cada domingo. Una idea, un tema de actualidad, una reflexión, una vivencia... no tiro el folio a la papelera y volver a empezar. El ordenador nos permite, me permite, escribir en la pantalla y con sólo pulsar una tecla borro lo que no consigo hilvanar con el consiguiente ahorro de papel. Han sido muchas las veces que esta semana he pulsado esa tecla.

Me decido por este titulo de El semáforo, al hilo de la noticia de que el saltarse un semáforo en rojo, por el bien de todos, no va a salir gratis. El Ayuntamiento de Madrid, con cámaras estrategicamente situadas fotografiará las matrículas de los vehículos infractores, medida que se hará efectiva en todo el territorio nacional. Todos cambiamos nuestra conducta  al conducir y el semáforo lo consideramos como un enemigo ¿Quién no pisa el acelerador cuando debería de hacer todo lo contrario al ver el semáforo en ámbar? Parece como sí quisiéramos desobedecer esa orden, con el consiguiente riesgo.

El pasar la línea roja, frase de moda entre el Gobierno y la oposición, siempre es peligroso, y  a veces nos lleva al no poder retornar al lugar de partida. En nuestras vidas, al igual que en la circulación, hay un semáforo o líneas rojas que no debes pasar. A la hora que pases y hagas el recorrido que hagas, siempre estará el semáforo en rojo. Te crea animadversión a esa señal, cuya función principal es facilitar el control del tránsito de vehículos y peatones, de manera que pasen alternadamente en forma ordenada y segura. Y ese cambio de conducta al encontrarte al volante de un vehículo, te hace pasar la línea roja, en este caso la señal roja del semáforo, actitud que quizás venga como desahogo a tantas ordenes recibidas a lo largo de tu vida. Las líneas rojas de nuestras vidas están marcadas por actitudes y comportamientos que nunca debemos contravenir, por nuestro bien y por la convivencia en orden y armonía.


Contaba un amigo, a modo de chanza, lo de que aquella señora que fue amonestada por un policía local al pasarse un semáforo en rojo, a lo que la señora respondió ¡Es que soy dáltonica !  contestando el policía ¡Me va Ud. a decir que en Daltonia no hay semáforos!.

En la circulación amar el ámbar y en la vida respeto, para no pasar la señal en rojo y no traspasar la línea roja.

Por Ricardo Bajo León

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