domingo, 27 de enero de 2013

Mirando a las musarañas (107) - ¿Cómo era el cine de tu infancia?


En el dial de mi aparato de radio hay dos cifras con las que sintonizo, según qué día de la semana, dos emisoras, de lunes a viernes en el 90,80 y el fin de semana sábado y domingo en el 106.60, Onda Cero y RNE. En sus programas Herrera en la Onda y No es un día cualquiera, dirigidos por dos grandes locutores, premios Ondas en varias ocasiones, Carlos  Herrera y Pepa Fernández, que entre otras cosas, nos invitan a formar parte activa de sus programas. 

Hacen una radio alegre y participativa, de cuyo contenido se aprende. Consiguen  que te diviertas y a su vez participes  por medio de las redes sociales y telefónicamente, comentando o respondiendo a la pregunta de cualquier debate. Muchas son las veces que ante una pregunta o para comentar alguna vivencia, he intentado participar sin resultado positivo. En la sección denominada de los fósforos, deformación de forofo pronunciada erróneamente por una oyente y, que se ha convertido en la seña de identidad del programa en la franja horaria de 10 a 11, los oyentes -fósforos- comentan la mayoría de las veces de forma divertida y jocosa pasajes de su vida ante la pregunta formulada por Carlos Herrera. Tras una constante insistencia marcando el número del teléfono, el pasado día 16 tuve la oportunidad de participar. La pregunta ¿Cómo era el cine de tu infancia? me hizo recordar los tiempos del cine o de los cines de mi Antequera natal, que eran tres: el Teatro Cine Torcal, edificio modernista, que todavía existe junto a la que fue Sede principal de la Caja de Ahorros y Prestamos de Antequera, el Cine Ideal, en plena calle Infante D. Fernando, hoy convertido en Supermercado y el Teatro Cine Salón Rodas eje de mi vivencia y comentario.

Este Teatro Cine, que a los ojos de un niño parecía muy grande, hoy seguramente sería diferente la visión de su espacio. Era todo de madera, hecho que hizo que en la noche del 28 de enero de 1956 ardiera como una tea, sin posibilidad de sofocar el incendio y se fueran muchos recuerdos. Tenía un escenario en el que las compañías de teatro de aquellos años representaban sus obras y una pantalla en la que se proyectaban películas, de Fumanchu, El Gordo y El Flaco, al que todos los niños de aquella época mal llamábamos -El Gordo y El Menuillo-. Constaba de un patio de butacas, unos amplios palcos a ambos lados del escenario y circundando todo su perímetro unas barandillas y sillas de anea, el "paraíso" o "gallinero". Los que ocupaban estas plazas tenían una situación privilegiada, no para ver el cine o el teatro, sino para arrojar desde las mismas toda clase de objetos, con el consiguiente malestar de los que ocupaban asiento en el patio de butacas y palcos. Todo estaba pintado de color gris y el telón con unas alegorías que representaban el arte de Talía. 



Lo que me llevó a llamar al citado programa, no fue todo lo contado hasta ahora, sino el jaleo y la bronca que se formaba cuando se iba luz, cosa por otra parte muy frecuente en aquellos años en los que la compañía que suministraba la energía era Eléctrica del Chorro. En ese follón con las luces apagadas, los niños y mozalbetes, entonábamos una cancioncilla en señal de protesta, cuya letra decía así-¡Cine sí, Cine no, mis tres chicas las quiero yo! llevando el compás con un fuerte pataleo en el suelo de madera y palmas de tango. Protesta que no se correspondía con el precio de la localidad que en aquellos años podría ascender a una peseta y las tres chicas a tres monedas de cinco céntimos. Pero la tradición hacía que así se cantara. Ese jaleo se convertía en chanza y risas, cuando se cambiaba por error una de las cintas o rollos de la película, dándose el caso de aparecer un personaje que había muerto, vivito y coleando en la siguiente escena. Cintas o rollos que venían en unas grandes cajas metálicas y que distribuían desde Sevilla por los cines de las ciudades y pueblos de Andalucía.

Así era el cine de mi infancia, así lo viví y disfrute y así lo conté el otro día en Onda Cero.

Por Ricardo Bajo León

1 comentario:

Antonio Luis dijo...

Creo que es el arte de Talía, no Thalía. Por lo demás muy bien llevado.Los cines de pueblo en aquellos años era una odisea ver una película del tirón