domingo, 4 de mayo de 2014

Mirando a las musarañas (169) - Dos ríos.


Los periodistas son muy aficionados a bautizar con nombres y apodos siempre cariñosos poniendo de manifiesto las cualidades y el origen de los deportistas, principalmente jugadores de fútbol. En está ocasión le cambian el nombre del equipo bávaro, por su ciudad de origen Múnich por el de su entrenador Guardiola, El Bayern de Guardiola. Y la verdad que para quién esté un poco "teniente" puede sonar ese título como El Valle del Guadiana. Sí, porque apareció con las declaraciones pocos afortunadas de su entrenador y desapareció del terreno del estadio muniqués desde el primer minuto, ante un sorprendente planteamiento del técnico madridista Carlo Ancelotti, que en dos jugadas a balón parado, una en el minuto 15 y otra en el 20 consiguió un doblete Sergio Ramos, un defensa con alma de delantero, encarriló la eliminatoria.  Siguió la exhibición del Real Madrid, y la otra "R"  consiguió también un doblete. Y el Real Madrid erre que erre, hacía que el "Guadiana" no apareciera sobre el césped. 
El río Tajo a su paso por Lisboa. Extraida de aquí.

Valga la metáfora de que  otro río que nace y no desaparece en su transcurso, que sigue su corriente hasta llegar al Atlántico desembocando en la ciudad de Lisboa. El Tajo, sirvió como hilo conductor para llevar al Atlético de Madrid a la final de la Liga de Campeones, y que no dejó al Chelsea aparecer sobre el césped de Stamford Bridge.

Ahora a disfrutar de ese tiempo de prepartido, que será un derbi madrileño, y del viaje a la bella capital lisboeta, para disfrutar  de su gastronomía, las 100 maneras de preparar el bacalao, de sus pastelitos de Belém,  del Monasterio de Los Jerónimos, de su barrio de la Alfambra, de sus tranvías y callejuelas del casco histórico, y de esa gran final europea, de dos equipos españoles, todo acompañado de una música nostálgica como es el fado.

Y el Bayern de Múnich, que no de Guardiola, desapareció en combate deportivo. ¡Hala Madrid! a por la décima. Soy irremediablemente madridista.

Por Ricardo Bajo León.

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